LA COSMÉTICA Y LOS ADORNOS
Se conoce el uso de ungüentos y
perfumes desde tiempos muy antiguos, ya Galeno nos habla de la existencia de
una cosmética mala y otra buena: la utilizada como truco para engañar con una
falsa apariencia y la que, en medicina, ayuda a mantener una belleza natural
como síntoma de buena salud. De hecho había tres profesiones dedicadas a la
cosmética: los medici, que
experimentaban las virtudes terapéuticas de los productos, los pharmacopolae, que controlaban las
dosis y los unguentarii, que
preparaban y vendían cremas y aceites.
La domina
romana realizaba su aseo diario, que consistía en lavarse los brazos, los
pies, los dientes, las manos y las uñas. Cada nueve días lavaba la totalidad
del cuerpo, habitualmente en las termas.
Pero las mujeres romanas no
se limitaban a la higiene, también conocían muchas cremas para aclarar la piel
o eliminar arrugas, y también maquillajes que disimulaban imperfecciones, un
sinfín de ungüentos hechos con materias primas de origen animal o vegetal:
placenta de algunos mamíferos, hiel, orina, leche, grasas y hasta estiércol se
podían mezclar con aceite, miel y otros
elementos. Para ello contaban con la ayuda de la ornatrix, una esclava especializada en el cuidado personal, que
tenía acceso a un tocador donde se encontraban los utensilios necesarios:
speculum, pecten, volsellae, dentiscalpia y recipientes donde conservar cremas,
perfumes y ungüentos.
El poeta Ovidio, en el libro III
del Ars Amatoria, recoge una serie de
consejos sobre los cuidados que toda mujer debe dedicar a su cuerpo:
“Que no salga de vuestras axilas el terrible
olor a cabra, ni estén rasposas vuestras piernas con erizados pelos (...) ¿Os
puedo aconsejar que la pereza no ennegrezca vuestros dientes y que por la
mañana lavéis la boca con agua?”
En muy pocas casas romanas se disponía de baño
propio para seguir los consejos de Ovidio, así tanto hombres como mujeres
acudían a las termas públicas, donde, con la ayuda del strigilis, de esponjas e incluso de piedra pómez, se limpiaba la
piel de impurezas y se hidrataba más tarde con aceites perfumados. Para la
limpieza de los dientes se utilizaba el dentiscalpium
y un tipo de dentífrico a base de nitrum (nitrato de potasa), aunque también se
podía utilizar hojas de lentisco o, incluso, plumas.
Mascarillas y cremas de belleza
Diversos autores nos han hecho
llegar recetas de máscaras de belleza utilizadas en la antigüedad con
indicaciones específicas, como la que vemos a continuación:
-contra las manchas: “También es
útil añadir hinojo a la mirra perfumada (cinco escrúpulos de hinojo por nueve
de mirra) y cuantos pétalos secos de rosa puede contener una mano, e incienso
macho junto con sal gema. Se vierte encima jugo de cebada: que el incienso y la
sal pesen tanto como las rosas. Aunque esté untado poco tiempo, no quedará en
todo el rostro mancha alguna” Ovid.
Medic. faciei, 91-98
-contra las arrugas y las manchas: “Hervir el
astrágalo de una ternera blanca durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta
que se vuelva gelatina y después, se aplica con un paño” Plinio, Nat.
Hist.
-para alisar la piel: “El nabo
silvestre se usa para volver lisa la piel de la cara y de todo el cuerpo
mezclado a una dosis igual de harina de yero (una planta leguminosa parecida a
la lenteja), cebada, trigo y altramuz”. Plinio, Nat. Hist. XX, 11
- para aclarar y distender la
piel de la cara: “Desmenuza raíces de melón salvaje y deja secarlas al aire,
después hiérbelas en agua, machácalas y aplícalas como una cataplasma” Galeno,
De methodo medendi, XIV, 422.
Maquillaje
El rostro debía presentar un tono
muy pálido conseguido con cremas de polvos de talco, plomo banco (que era
venenoso) o harina de habas, mezclado con aceite, vinagre o miel. Sobre esta
base pintaban las mejillas y los labios de color rojo con tierra ocre, minio,
nitrato rojo o posos de vino tinto. Las cejas no se depilaban e incluso se
utilizaban hormigas muertas para unirlas o se pintaban con hollín o carbón. Los
ojos se perfilaban con hollín y se pintaban sombras con ceniza, tierras
naturales, azafrán, antimonio y, en algunos casos, piedras preciosas
trituradas. Daban un último toque sofisticado añadiendo un lunar pintado con
carbón o simulado con un trozo de tela o cuero
Los perfumes
El término “perfume” proviene del
latín “per fumum”, ya que una de las
maneras de conseguir un buen olor consistía en quemar esencias aromáticas. Los
romanos perfumaban tanto sus cuerpos como sus ropas y las estancias de las
casas. Los perfumes podían tener una base líquida, el aceite de oliva, de
almendra o de lino, entre otros. Este tipo de perfume se utilizaba para dar
masajes corporales y perfumar el cabello o las ropas mediante espátulas.
También podían hacerse con grasa animal, dando lugar a una pomada que servía
únicamente para perfumar el cuerpo. Una
tercera forma de realizarlos era con talco, los diapasmata. Estos polvos se utilizaban en el cuerpo y en el rostro
y se aplicaban con plumas de cisne. A estas bases se le podían añadir esencias
siguiendo una elaboración artesanal y diferente en cada caso: machacando en
morteros, calentando aceites, pulverizando, etc.
Las esencias más utilizadas eran
las siguientes:
·
Flores: rosa, lirio, nardo, narciso, azucena.
·
Frutas: almendras amargas, romero, laurel, tomillo,
lavanda.
· Especias: azafrán, canela, orégano, menta,
cardamomo. Resinas: incienso, mirra, ámbar, resina de ciprés.
Los ungüentarios eran los recipientes de
alabastro, cerámica, piedra, metal o vidrio donde se guardaban los perfumes en
cualquiera de sus formas.
Actividades:
- Establece las diferencias entre los "medici", "pharmacopolae" y los "unguentarii".
- ¿Qué o quién eran las ornatrix?
- En el texto se cita a Ovidio y a una de sus obras más importantes.Busca información sobre este escritor y cita alguna de sus obras más importantes.
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