Continuamos con vuestros relatos, en este caso la inquietante historia de Claudia Liñán. Espero que disfrutéis de ella.
CAPÍTULO 1: MI IMAGINACIÓN
¿Qué es la amistad?, ¿y el
amor?, creo que nadie lo sabe con exactitud. Me gustaría saber lo que sienten
las personas cuando estoy con ellas, si quieren que me quede a su lado, si
prefieren que me vaya a paseo… Pero por otro lado es mejor no saberlo, es
decir, sabes que le caes mal a alguien y luego ¿qué haces?, ¿pasas de ella? o ¿haces
como si nada?, es complicado elegir la opción correcta. A veces sin que yo
quiera, me escondo en un lugar profundo de mi mente, en el que dejo todos los
recuerdos atrás y solo pienso, pienso en todas las cosas que me han pasado, en
todos esos lugares a los que fui de pequeña y que me gustaría volver a visitar…
¿no os ha sucedido que creéis que crecéis muy rápido y no os da tiempo a
disfrutarlo todo? Pues a mí sí.
Me encanta estar yo sola en mi
mundo, en el que sin saber nada puedo imaginar y fantasear sobre todas las
personas que veo por la calle. Deberíais probarlo si aún no lo habéis hecho.
Una vez me encontraba andando de camino a mi casa, cuando observo de lejos a
una señora de avanzada edad paseando con su perro. Me detengo y automáticamente
me alojé en mi cabeza, esa mujer, que era una profesora de literatura, era
feliz junto con su marido, un piloto de avión retirado, y también con su perro,
Lucky.
Salí de mi mente y volví a posar
mi vista en esa mujer con su perro, pero era demasiado tarde, desgraciadamente
se habían ido. Me sorprende bastante mi capacidad de crear esas historias
semejantes, creo que como siga a así me volveré loca, sí, mucho más de lo que
estoy ahora.
De repente abro los ojos y me
encuentro con la mirada de una de mis mejores amigas, Loretto, no me había dado
cuenta que sigo en clase, vaya… ¡¡¡qué fastidio!!! Pero realmente no me puedo
quejar, la clase de Naturales es una de mis asignaturas favoritas, los temas no
son largos, es fácil de estudiar, la profesora subraya poco, etc. Si no hubiera
exámenes sería la mejor materia del mundo, que digo del mundo, ¡del universo!
Siento un codazo en mi barriga y
salgo de mis pensamientos, Bel había vuelto del baño y creo que sabía dónde me
había vuelto a meter. ¿Pero qué hago si mi cabeza ejerce mayor fuerza
gravitatoria que mi cuerpo?, es como si me pongo a comparar si me gusta más
ponerme a estudiar con el libro de Sociales o echarme en la cama a ver la tele
o a dormir, en los dos casos la cama es la que gana con una mayoría aplastante.
Escucho el timbre de clase,
¡cómo te echo de menos Lidia! Recojo mis cosas lo más rápido que me es posible
y me despido de mis amigas. Salgo de esa cárcel infernal llamada “instituto” y
paso de camino a mi casa por el Bosque de las Flores. Además de adentrarme en
mi cabeza, ese bosque es uno de mis lugares favoritos, ya que muy pocas
personas se paran a admirar su belleza y por lo cual, el silencio es uno de los
atributos de los que más destacan de ahí.
Como todos los días que vuelvo a
casa, paso por un caminito que recorre dicho campo hacia la otra punta.
Mientras camino, puedo observar
una hermosa flor, no sé con certeza qué tipo de flor es, pero me encanta,
incluso podría pegársela a Lidia en su portada. Paro de caminar, me acerco y
con suma delicadeza le pego un pequeño tirón de raíz. La tengo entre mis manos
y parece que de cerca es mucho más bonita… ¿Pero qué me está pasando?, ¿por qué
me duele la cabeza? No me puedo mover, estoy asustada. Jadeo e intento gritar,
pedir algo de ayuda, pero me es imposible…
CAPÍTULO 2: LA
NIÑA
Tengo los ojos cerrados, no
quiero abrirlos, pero no sé por qué no debo hacerlo. Tampoco lo dije antes,
pero no es la primera vez que me pasa. Cada vez que me imagino algo sobre las
personas me ocurre esto, pero siempre porque quiero yo. Sin embargo, esto es
diferente puesto que no hay nadie. Mi curiosidad me mata y aunque no deba, mis
ojos parece que no saben eso. Es diferente a lo que me suele pasar, normalmente
mi mente crea ese tipo de cosas en una oscuridad absoluta, pero ahora, lo puedo
ver todo… ¡Es increíble, estoy en el bosque de las Flores!
¿Pero yo no estaba ya ahí?, y
esa chica de allí, ¿soy yo?, creo que sí. Vale, mi mente me está jugando una
mala pasada, tiene que ser eso. Pero, de repente, algo llama mi atención.
Detrás de mi otra yo hay una niña… ¡Oh, dios mío, un hombre está intentando
abusar de ella! Voy corriendo hasta la escena y parece que no me pueden ver,
pero tampoco los puedo tocar y no entiendo el por qué. Nerviosa, así es como me
encuentro por no poder ayudar. No entiendo lo que sucede, pero me da por mirar
mi reloj, son las tres y cinco. No sabéis lo que me gustaría poder atrasar el
tiempo y salvar a esa pequeña e indefensa niña, por lo que recurro a lo que más
me gusta hacer cuando estoy nerviosa, vuelvo a adentrarme en mi cabeza…
CAPÍTULO 3: ESTOY BIEN
Escucho que suena el timbre de
salida, un momento… ¿el timbre de salida? Todo era un sueño, un maldito sueño
que parecía de verdad. Levanto la vista y veo que Loretto y Bel se me han
quedado mirando raro y para que no crean que me estoy volviendo loca (que sí,
por cierto), les digo que estoy bien.
Cuando me quise dar cuenta, ya me encontraba
recogiendo mis cosas del instituto. Iba a meter el libro de lengua, por lo que
abro la cremallera y…. ¿esa flor no era la del sueño?
CAPÍTULO 4: GRACIAS
Por supuesto que era la de mi
sueño, ¿pero que hace dentro de mi mochila? Ahhh, ya se lo que pasa, la habré
cogido cuando venía de camino al insti, estoy segura a un 66,5%. Cojo la flor y
la pego en Lidia, pero antes de hacerlo le cuento todo lo que me había pasado
en mi sueño. Creo que no os lo conté antes, pero Lidia es como mi diario, en
donde escribo sobre las cosas raras que me imagino de la gente.
Justo como pasó en aquel sueño,
salgo del instituto y me adentro en el bosque de las Flores. Son las tres menos
cinco y busco con impaciencia a la chica que me imaginé antes. Pero claro, eso solo era una fantas s s s s i i i a a a… ¡he visto a la chica y
son las tres en punto! Con una rapidez con la que mi profesora de educación
física me hubiera puesto un diez, corro en su dirección y me la llevo detrás de
unos arbustos. La miro y sé que está asustada de mí, ¡pero la he salvado!, bueno… eso creo.
Le digo que no pasa nada y que
se esté quieta y sorprendentemente me hace caso. Ya han pasado 5 minutos y no
veo al hombre pero no me muevo de mi sitio por si acaso. Cuando ya creo que ha
pasado el peligro, la niña y yo salimos del escondite. ¡Qué alegría de que no
haya nadie!
De repente, la niña se me acerca
y dice:
-Gracias por salvarme, había un
señor que me estaba siguiendo y tenía miedo.
Me quedo como una estatua, pero
le contesto:
-De nada….
Como no digo nada más, responde:
-Soy Lidia.
Me suena todo lo que me está
contando, pero sigo la conversación con mi voz temblorosa:
-Encantada Lidia, ¿Qué hacías
aquí tú solita?
Seguimos hablando un poco más
hasta que me acuerdo que tengo que volver a casa. Nos despedimos y, cuando
estoy a algunos metros de ella, me grita:
-Gracias de nuevo por salvarme y
por la flor tan bonita, nos veremos pronto ,Mar…
Estoy asustada de nuevo, no le
he dado ninguna flor, tampoco le dije mi nombre. Me doy la vuelta y, como dije
antes, no hay nadie…
EPÍLOGO:
Es increíble que ya haya pasado
40 años de lo sucedido. No me quedé bien, claro está. Les pedí ayuda a mis
padres y lo primero que se les ocurrió fue meterme en un manicomio, pero para
ellos es “una casa de cuidados especiales para personas especiales”. Tengo 66
años y prácticamente no tengo familia ya que no he salido de aquí y mis padres
murieron hace mucho tiempo. Nunca supe con seguridad que la soledad resultaba
tan vacía y desoladora. Ahora, en mi lecho de muerte, me doy cuenta. Dirijo mi
vista hacia mi mesita de noche y me encuentro con Lidia. No pude deshacerme de
ella, así que hice como si nada y me la llevé conmigo para seguir contándole
mis ocurrencias. En su portada sigue la flor, aquella florecilla trajo a mi
memoria todo lo que me ha pasado hasta venir aquí y el por qué.
Sin embargo todo en la vida
tiene sus motivos y lo único que me queda por hacer es adelantar mi final; por
lo que cierro mis ojos, me adentro en mi mente, me coloco bien la cuerda al
cuello y salto de la silla con la única fuerza que me queda para poder alcanzar
mi paz eterna.
Fin
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