domingo, 13 de enero de 2019

ALUMNOS CREATIVOS

Respondiendo a una de vuestras peticiones, dedicaremos un espacio de este blog a vuestras producciones literarias. Como sé que sois muchos los que tenéis esa genial costumbre de desahogaros mediante la escritura, estaré esperando vuestras  originales creaciones. Ánimo y a "la pluma".

Inauguramos la entrada con el relato de una alumna de 3ºB, Ranya .  La particularidad de estas primeras creaciones es que debían contener la frase "Y aquella pequeña caja me hizo recordar...".Disfrutadlo.

Aquella pequeña caja


Escrito por: Ranya Buzzian Baouti.
Curso: 3ºB
Al oír el sonido del timbre de la casa, bajé las escaleras rápidamente. Escuché a mi madre decir: “Abre la puerta, por favor, estoy ocupada”- su voz provenía de la cocina. Mientras yo me dirigía hacia la puerta, al abrirla no vi a nadie, salvo al vecino, desde su jardín, saludándome con una amplia sonrisa a la cual correspondí educadamente; sin embargo, antes de cerrar la puerta y volver a mi cuarto, me fijé en una caja sobre el felpudo de la puerta y aquella pequeña caja me hizo recordar mi niñez. Mientras cogía la caja, escuché a mi madre decirme -¿Quién era?- a lo que respondí -Nada importante mamá-. Entré con aquella caja en brazos a casa, cerré la puerta y , al pasar por una mesa cercana, dejé la caja sobre esta, acabé por reunirme con mi madre en la cocina,  se veía muy ocupada.
 -Mamá, si haces tanta comida, no podré acabármela- sonreí ampliamente, conteniendo la risa inútilmente, a lo que, con gran felicidad, ella respondió -Hijo, Carolina y su familia se han vuelto a mudar aquí hace poco y pensé que sería buena idea invitarlos a cenar- Quedé totalmente perplejo en aquel momento, simplemente no reaccioné no podía creerlo -¿Ca-Carolina...?- tartamudeé aun sorprendido.
 -Sí, la misma-.
Aquella noticia me invadió de felicidad, inmediatamente salí de la cocina, cogí la caja que había dejado anteriormente sobre aquella mesa y subí con gran velocidad a mi cuarto mientras decía: -¡Tengo que prepararlo todo!-.
Al llegar a mi habitación, la ordené ; guardé la ropa, organicé los videojuegos, recogí mi escritorio...
Esperé impaciente la hora de la cena, estaba tan nervioso que miraba el reloj cada dos minutos, viendo que el tiempo no pasaría más rápido por cuantas más veces lo mirase. De repente mi atención se centró en la misteriosa caja, que se encontraba sobre mi escritorio, me acerqué a ella e impacientemente pero con sumo cuidado la abrí, al hacerlo no pude evitar llorar de felicidad y nostalgia, vi aquellos juguetes, aquellas cartas, aquellos dibujos... Todas y cada una de ellas se las había regalado a Carolina hacía varios años atrás, al ver de nuevo todos aquellos objetos no pude contener las lágrimas; en aquel momento pensé:  -¿Quién me habrá dado todo esto?-.
Cuando me quise dar cuenta, ya era la hora de la cena, sequé algunas de mis lágrimas con las mangas de mi sudadera negra. En ese momento oí a mi madre llamándome, al salir de mi cuarto quedé petrificado bajo el marco de la puerta, las preguntas se agolparon en mi cabeza -¿Se seguirá acordando de mí? ¿Mantendrá lo último que me dijo? ¿Tendremos la misma relación y confianza de antes?- Todo esto provocó grandes dudas en mi interior. Hacía 5 años que no teníamos ningún tipo de comunicación, cuando se mudó éramos unos críos, solo nuestras madres mantenían el contacto -Aun recuerdo el ultimo día que la vi...- dije en voz alta sin darme cuenta, pero ciertamente ese día fue inolvidable, doloroso y especial para mí, aquel 6 de diciembre...
Ese día estábamos jugando juntos a videojuegos como hacíamos siempre, aquel día, ella iba a tomar un avión antes de las 20:00h. Estuvimos especialmente desanimados. Pasamos la tarde juntos como solíamos hacer, como los mejores amigos que éramos, hasta que llegó la hora. Eran las 18:30h, sus padres vinieron a recogerla, los dos fuimos hacia la puerta cabizbajos, como si estuviésemos dirigiéndonos hacia la guillotina. Al llegar a la entrada principal, vimos a sus padres esperándola pacientemente en el coche, antes de cruzar el umbral, nos miramos seriamente y algo melancólicos, el uno al otro; en ese momento le entregué un bello colgante con forma de corazón de un color verde esperanza, como la esmeralda, que le había comprado días antes. En el interior del colgante se hallaba una foto nuestra, abrazados. Nos abrazamos y tímidamente le dije -Te quiero...- en aquel momento ella se apartó bruscamente de mí y sonriente, mientras caían lágrimas por su bello rostro, contestó:
 - Ojalá me lo hubieses dicho antes-
Me dio otro fuerte abrazo, uno en el cual entendí que no quería irse, que le dolía separarse de mí, tanto como a mí me dolía separarme de ella.  En aquel preciso instante, comprendí que ella compartía mis mismos sentimientos, pero, por desgracia, mi declaración llegó tarde... Demasiado tarde... Todo por culpa de mi cobardía, el temer a ser rechazado por ella, sin embargo... Fue lo contrario... Ella me correspondió. Con una gran tristeza que le desgarraba el corazón, se separó de mí... Y me dio un tesoro que siempre guardar , uno que no le mostraré a nadie, uno... que es exclusivamente para mí... Me dio un leve, tímido y tierno beso, y sin darme tiempo a reaccionar, se colocó el colgante, me dio la espalda y se dirigió hacia el coche con paso firme, se despidió nuevamente de mí con la mano y se fueron...
Cerré la puerta de casa una vez que entré y me apoyé en ella, dejándome caer hasta quedar sentado en el suelo aferrándome con fuerza a mis rodillas y fue entonces cuando no pude controlar mi llanto, quedé... completamente devastado...
Fue entonces cuando volví a oír a mi madre -¡Baja y abre la puerta no te lo digo más!- intuí por el tono en el que me habló, que me había llamado varias veces, pero al estar sumido en mis pensamientos no me di cuenta, acabé por reaccionar y bajar las escaleras -Lo siento jefa- me disculpé, al llegar a la puerta, mis manos comenzaron a sudar, el corazón parecía que se me iba a salir del pecho, tembloroso, acabé por girar el pomo de la puerta y la abrí lentamente, tras esta se encontraba Carolina.
 -Sé que es ella, estoy seguro- dije para mis adentros.
Seguía siendo igual de perfecta que entonces, a su lado se encontraban sus padres sonriendo, de inmediato les hice pasar hacia la mesa, que  ya estaba lista,   disculpándome por la tardanza. Para Carolina y para mí, la cena fue muy silenciosa, al contrario que para nuestros padres, lo cuales reían y hablaban sin parar; antes de acabar mi plato, me fijé en el cuello de Carolina, me atraganté al ver que aun llevaba el colgante que le regalé años atrás, inmediatamente tomé el vaso de agua que estaba a mi lado, miré a mi madre y dije:
 -¿Puedo subir a mi cuarto?-
Mi madre me sonrió y contestó: - Claro, llévate y Carol contigo-
En ese momento se dirigió a los padres de Carolina y dijo: -Lleva toda la tarde esperándola, no sabéis lo nervioso que estaba-. Tanto los padres de Carolina como mi madre se echaron a reír, por lo cual yo repliqué -¡Mamá!- mi madre secándose las lágrimas de tanto reír, se disculpó -Perdón, hijo-.
Carol se levantó de su asiento y me siguió hasta mi cuarto, al llegar me senté en la silla de mi escritorio, mientras ella se dejaba caer cómodamente sobre la cama y dijo rompiendo el silencio: -Esto está un poco cambiado, pero es prácticamente igual que la última vez que estuve aquí... Me gusta- me sonrió ampliamente; de inmediato me sonrojé levemente sin poder evitarlo, le di la espalda y contesté: -Sigues teniendo el colgante que te regalé- ella tocó el collar con su mano derecha y respondió: -Después de cinco años ¿Cómo podría perderlo?-.
A partir de aquel momento hablamos con más normalidad, como si fuésemos los críos que éramos hace 5 años, hasta que dieron las 00:32h, entonces sus padres la llamaron para volver a casa, nos despedimos con un gran abrazo, pero antes de irse le pude mostrar la caja y le dije: -¿Por qué me has devuelto todo esto?- ella echó un vistazo al interior de la caja y sorprendida respondió -No te la he devuelto... De hecho, no sé porque la tienes tú...- Nos miramos y me pregunté: -¿Quién me la habrá dado?-.
Finalmente no nos detuvimos mucho tiempo en el tema de la caja ya que sus padres la estaban llamando continuamente para poder irse. Antes de bajar las escaleras, se giró repentinamente, me miró dulcemente y me dijo: -No fue demasiado tarde, además mejor tarde que nunca- mientras sujetaba delicadamente el collar. A continuación, bajó las escaleras y se fue. Con esa frase hizo que todo mi mundo quedase del revés, pero algo me preocupaba más que lo que ella tímidamente me dijo y era... ¿Quién me entregó aquella caja?
Continuará...


3ºB,  Sheyla Mustafa:
El regalo de Navidad

Ya llegaba la Navidad, una época familiar y llena de cariño y la tía Sara vendría a pasar las vacaciones a casa con papá, mamá y por supuesto conmigo; ella era mi heroína, es la típica tía enrollada, me lleva a sitios muy chulos, me lo paso muy bien solamente con su presencia.

En clase hay un niño que en general nos cae mal a todos, siempre está metido en peleas, él piensa que el hombre tiene superioridad frente a la mujer, que las mujeres no deberían trabajar según él deberían estar en casa cuidando de los niños y ejerciendo de ama de casa ya que en la suya sucede esto. Es muy directo y dice todo lo que piensa sin tacto alguno, eso hace enfadar a las personas que escuchan ese tipo de barbaridades.
Una mañana vinieron a darnos una charla a cerca de la igualdad, este niño, Raúl empezó a chillar y a molestar a todos, los profesores tuvieron que sacarlo de clase, me puse muy nerviosa y me sentí con mucha impotencia. Yo estoy muy a favor del feminismo, es decir, de la búsqueda de igualdad entre ambos géneros, encuentro la violencia como una brutalidad, ningún ser humano tiene el derecho de quitarle la vida a otra persona por la razón que sea, me sorprende que en la actualidad sigan ocurriendo este tipo de tragedias.
Otra cosa que me causa rabia es la discriminación a personas homosexuales o transgénero. En mi familia estos temas son muy conversados y les concedemos mucha importancia.
El día de Navidad me levanté como todos los años, levanté a mis padres y empecé a desenvolver los regalos mi tía me regalo una caja con papeles que decían “Hombre-Mujer”, también había acciones, colores, vestimentas y frases.
Era un juego que se había inventado; consistía en coger un papelito de cada y hablar sobre estas conductas. Me acuerdo que empecé jugando y me tocó: “hombre, lila, vestido y limpiar”. Teníamos que debatir si estas acciones son típicas o no de un hombre en este caso, Sara nos dijo: “Esta especie de juego no es más que una tontería, pero una tontería necesaria; un hombre puede vestirse con falda, puede maquillarse y su color favorito puede ser el rosa y sigue siendo un hombre, la vestimenta, los colores y las acciones no son pertenecientes a ningún género, el rosa no es de niñas y el azul no es de niños”
Y esa pequeña caja me hizo recordar que hagas lo que hagas te criticarán, da igual que seas hombre, mujer, homosexual, español o no, rico, pobre, alto, bajo… Lo importante es lo que tú quieras ser, que te tiene que importar muy poco lo que los demás opinen de ti, debes ser libre a la hora de tomar tus propias decisiones.


























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