sábado, 22 de octubre de 2016

TRAS LA PISTA DEL SUSTANTIVO PERDIDO (Repaso para 1º ESO)


  1.  En el texto que leeréis a continuación, se han ido mezclando los traviesos sustantivos con sus inseparables adjetivos o los inquietos verbos, entre otros, para formar este precioso fragmento de uno de los grandes, el Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. Localiza los sustantivos que aparecen en los dos últimos párrafos y cópialos.
  2. Analiza morfológicamente los siguientes sustantivos:     
          - Vajilla:
          - Lámparas:
          - Camello:
          - Espanto:
          - Arenas:
          - Caribe:
    3. ¿Qué modalidad/es crees que aparece/n en el fragmento? ¿Por qué? 
    4. Señala los elementos característicos de esa modalidad.

Tenía cinco años cuando mi abuelo, el coronel, me llevó a conocer los animales de un circo que estaba de paso en Aracataca. El que más me llamó la atención fue una especie de caballo maltrecho y desolado con una expresión de madre espantosa. “Es un camello”, me dijo el abuelo. Alguien que estaba cerca le salió al paso. “Perdón, coronel”, le dijo. “Es un dromedario.” Puedo imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo de que alguien lo hubiera corregido en presencia del nieto, pero lo superó con una pregunta digna:
– ¿Cuál es la diferencia?
–No la sé –le dijo el otro–, pero éste es un dromedario.
El abuelo no era un hombre culto, ni pretendía serlo, pues a los catorce años se había escapado de la clase para irse a tirar tiros en una de las incontables guerras civiles del Caribe, y nunca volvió a la escuela. Pero toda su vida fue consciente de sus vacíos, y tenía una avidez de conocimientos inmediatos que compensaban de sobra sus defectos.
Aquella tarde del circo volvió abatido a la casa y me llevó a su sobria oficina con un escritorio de cortina, un ventilador y un librero con un solo libro enorme. Lo consultó con una atención infantil, asimiló las informaciones y comparó los dibujos, y entonces supo él y supe yo para siempre la diferencia entre un dromedario y un camello. Al final me puso el mamotreto en el regazo y me dijo:
–Este libro no sólo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca.
Era el diccionario de la lengua, sabe Dios cuál y de cuándo, muy viejo y ya a punto de desencuadernarse.


García Márquez, Prólogo al Diccionario de uso del español actual de Manuel Seco.

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