Páginas

domingo, 7 de junio de 2020

13ª Sesión Narrativa norteamericana.



Seguimos con los escalofriantes relatos que conforman la obra Pequeños cuentos misóginos, que empezamos a trabajar ayer.


El ama de casa de la clase media

Pamela Thorpe consideraba que el Women's Lib de la Mujer era uno de esos estúpidos movimientos de protesta sobre los cuales les gusta escribir a los periodistas para llenar sus páginas. Las del Women's Lib afirmaban que "querían independencia" para las mujeres, mientras que Pamela pensaba que, de todas formas, las mujeres dominaban a los hombres. Por eso, ¿para qué armar tanto jaleo?
El motivo por el que surgió esta cuestión fue porque su hija, Bárbara, volvió a casa en junio después de licenciarse en la Universidad y le dijo a su madre que iba a haber una reunión del Women's Líb en su barrio. La había organizado Bárbara con su compañera Fran, a cuya familia conocía Pamela. Naturalmente, Pamela fue a la reunión, que se celebraba en la parroquia, sobre todo por divertirse y para oír lo que la generación joven tuviera que decir. 
Había globos de colores y cadenetas de papel colgando de las vigas y de los alféizares de las vidrieras. Pamela se quedó sorprendida al ver a Connie Haines joven y madre de dos niños pequeños, predicando como un converso.
 —¡Las mujeres trabajadoras necesitan guarderías estatales gratuitas! —gritó Connie, y sus últimas palabras quedaron casi ahogadas por los aplausos—. ¡Y la pensión alimentaria, esa explotación legalizada de los maridos divorciados, debe desaparecer!
 ¡Vítores! Las mujeres se pusieron de pie, aplaudiendo y gritando.
 ¡Guarderías estatales! Pamela imaginaba ríos de mujeres trabajadoras (que únicamente se figuraban que querían trabajar) abandonando sus hogares a las ocho de la mañana, aparcando a sus críos en algún sitio y, al final de la semana, trayendo el cheque de la paga a una casa donde la próxima comida ni siquiera estaba en el fuego. Ahora muchas mujeres levantaban la mano pidiendo la palabra, así que Pamela levantó la suya también. Había muchas cosas que quería decir.
 —¡Los hombres no están en contra de nosotras! —gritaba una mujer desde uno de los bancos— . ¡Son las mujeres quienes nos retienen, mujeres egoístas y cobardes que creen que van a perder algo eligiendo a igual trabajo, igual salario! 
—Mi marido —empezó Connie, que de repente volvía a tener la palabra y hablaba todavía más alto que antes— está a punto de acabar la carrera de Medicina estamos preocupados porque apenas llegamos a fin de mes. ¡Contratar a una niñera se llevaría todo mi sueldo si yo cogiese un trabajo! Por eso estoy a favor de las guarderías estatales gratuitas! ¡Yo no soy demasiado cómoda para tener un trabajo! 
Más aplausos y vivas. 
Ahora Pamela se puso de pie. 
—¡Guarderías estatales! —dijo, y tuvieron que oírla porque su voz se alzaba por encima de todas las demás—. Vosotras, las jóvenes (yo tengo cuarenta y dos años), no parecéis comprender que el sitio de una mujer está en su casa, para crear un hogar; estaréis creando una generación de delincuentes si los convertís en una generación de niños formados en guarderías estatales...
 Un griterío general acalló a Pamela por un momento. 
—¿Eso no está demostrado! —chilló una chica. 
—¡Y la supresión de la pensión alimentaria! A lo mejor también estás en contra de eso, ¿no? — preguntó otra. Era su hija Bárbara. 
Las caras se volvieron borrosas. Pamela reconoció a algunas de ellas, vecinas suyas desde hacía años, pero en cierto sentido no podía reconocerlas en su nuevo papel de enemigas, de atacantes. 
—Respecto a la pensión —resumió Pamela, aún de pie—, es tarea del marido mantener a la familia, ¿no? 
—¿Incluso cuando la esposa se ha largado? —preguntó alguien. 
—¡Cada caso de divorcio debería examinarse por separado! —gritó otra voz.
 —¿Sabes que algunas mujeres están cometiendo verdaderos abusos, y eso desprestígia a todas las mujeres? 
—¡Las mujeres serían las víctimas! —replicó Pamela—. Se ha llamado a la abolición de la pensión alimentaria autorización para Don Juanes, ¡y eso es lo que es! ¡Acabará con nuestros vales de comida!
 ¡El caos! Ahora estaba la carne en el asador. Quizá la elección de la frase había sido desafortunada —"vales de comida"—, pero, en cualquier caso, toda la congregación, o más bien, la masa, estaba en pie. 
El nivel de adrenalina de Pamela ascendió para enfrentarse a la situación. Comprendió también que tenía que protegerse, porque el ambiente se había vuelto de pronto desagradable y hostil. Pero no estaba sola: por lo menos cuatro mujeres, todas ellas vecinas y más o menos de la edad de Pamela, estaban de su parte, y ella vio que los ejércitos estaban tomando posiciones en grupos, o nudos. Las voces se alzaban todavía más. Empezaron a volar los libros de himnos.
 ¡Plaff! 
—¡Reaccionarias! 
—¡Destructoras de hogares!
 —¡Supongo que serás antiabortista, además! 
Un huevo le dio a Pamela entre los ojos. Se limpió la cara con un pañuelo de papel. ¿De dónde había salido el huevo? Pero, claro, muchas de las mujeres llevaban la bolsa de la compra. 
Los tomates describían un arco en el aire, como bombas rojas. También las manzanas. El estruendo recordaba al fuerte cacareo de las gallinas u otro tipo de ave, muy asustadas, confinadas en un espacio reducido. Los bandos no estaban alineados. Los grupos combatían entre sí a corta distancia. 
¡Whop! Eso había sido una lata de algo lanzada a la cabeza de una mujer, en represalia —así lo afirmó la atacada— por una ofensa peor. Los paraguas, al menos tres o cuatro, empezaron a desempeñar un papel en la batalla.
 —¡Escucha lo que te digo! 
¡Hija de puta! 
—¡Basta de pelea! 
¡A sentarse! ¿Dónde está la presidenta?
 Pamela vio que algunas mujeres se estaban marchando, produciendo un atasco en la puerta principal. Entonces descubrió sorprendida que tenía un macizo reclinatorio entre las manos y que estaba a punto de lanzarlo. ¿Cuántos había arrojado ya? Dejó caer el reclinatorio (sobre sus propios pies) y se agachó justo a tiempo de esquivar un repollo.
 Pero lo que acabó con Pamela fue una lata de kilo de judías blancas que le acertó en la sien derecha. Murió en unos segundos, y su atacante nunca fue identificada.
                                                 (Pequeños cuentos misóginos, Patricia Highsmith)

Actividad 1. Realiza un resumen del cuento leído.
Actividad 2. Establece el tema del relato.

jueves, 4 de junio de 2020

12ª Sesión. Literatura Universal




Continuamos con la "reina del suspense", en esta ocasión dejamos de lado El talento de Mr. Ripley para centrarnos en una colección de relatos que se incluyen dentro de la primera etapa de su producción literaria,la obra en concreto se titula Pequeños cuentos misóginos y fue publicada en 1975.
He seleccionado algunos de ellos para analizarlos. Os dejo con el primero:

martes, 2 de junio de 2020

11ª Sesión Literatura Universal. Narrativa norteamericana.


TEXTO 2

Se sentía solo, pero en modo alguno triste. Era una sensación muy parecida a la que había experimentado en París, la víspera de Navidad, la sensación de que toda la gente le estuviera observando, como si el mundo entero fuese su público, una sensación que le hacía estar constantemente en guardia, ya que una equivocación hubiera sido catastrófica. Y, con todo, estaba absolutamente seguro de que no comete ninguna equivocación, y ello sumerja su existencia en una atmósfera peculiar y deliciosa de pureza, igual que la que probablemente sentiría un gran actor al salir al escenario a interpretar un papel importante con la convicción de que nadie podía interpretar mejor que él. Era él  mismo y, sin embargo, no lo era. Se sentía inocente y libre, pese a que, de un modo consciente, planeaba cada uno de sus actos. Pero ya no sentía cansancio después de varias horas de fingir, como le había sucedido al principio. No tenía necesidad de relajarse cuando estaba a solas. Desde que se levantaba y entraba a cepillarse los dientes en el baño, él era Dickie, cepillándose los dientes con el brazo derecho doblado en ángulo recto, Dickie haciendo girar con la cucharilla los restos del huevo pasado por agua que tomaba para desayunar. Dickie, que, invariablemente, volvía a guardar en el armario la primera corbata que había sacado, poniéndose otra en su lugar. Incluso había pintado un cuadro al estilo de Dickie.

   PATRICIA HIGHSMITH. El talento de Mr. Ripley.

1. Resume el fragmento leído.
2. Indica  el tema del fragmento.
3. Analiza los recursos expresivos empleados.

lunes, 1 de junio de 2020

Latín 4º ESO. 16 ª Sesión. La indumentaria romana.



LA COSMÉTICA Y LOS ADORNOS
Se conoce el uso de ungüentos y perfumes desde tiempos muy antiguos, ya Galeno nos habla de la existencia de una cosmética mala y otra buena: la utilizada como truco para engañar con una falsa apariencia y la que, en medicina, ayuda a mantener una belleza natural como síntoma de buena salud. De hecho había tres profesiones dedicadas a la cosmética: los medici, que experimentaban las virtudes terapéuticas de los productos, los pharmacopolae, que controlaban las dosis y los unguentarii, que preparaban y vendían cremas y aceites.

Latín 4ºESO. 15ª Sesión. La vestimenta romana.

En la clase de hoy continuamos conociendo la cultura latina , en concreto nos ocuparemos de la vestimenta romana. Veamos: