La Península se convirtió en objetivo de
Roma y, aprovechando que Aníbal, general cartaginés, había invadido la ciudad
de Sagunto, aliada de Roma, decidió intervenir. El general Publio Cornelio Escipión, en el 206 a.C., tomó Cartago Nova
(Cartagena). Este momento marcó el inicio de la conquista de Hispania.
Dicha conquista no resultó tan fácil
como esperaban debido a factores geográficos y humanos pues encontraron la
oposición de sus habitantes. Entre estos destaca el pueblo lusitano, encabezado
por Viriato, y el pueblo numantino.
1.2. La división provincial
Los romanos dividieron el territorio
peninsular en provincias. Al principio, en el siglo II a.C., se distinguieron
dos provincias: Citerior y Ulterior. Más tarde, con el avance de la conquista,
Hispania se dividió en cinco provincias.
La división definitiva se produjo a
mediados del siglo IV d.C., cuando Hispania quedó dividida en siete provincias.
1.3. La organización política
En el gobierno de cada provincia había
un pretor o procónsul. Diocleciano
transformó las provincias en diócesis
y creó la figura del vicario que era
una especie de delegado del gobierno de Roma.
Las ciudades de las provincias estaban
al mando de los duunviros.
Según los orígenes, las ciudades se
dividían en dos grupos:
-
Municipios:
enclaves antiguos que se ajustaban al esquema romano (Calahorra).
-
Colonias:
ciudades
fundadas por los romanos (Mérida).
Atendiendo
a su funcionamiento político, había tres tipos de ciudades:
a. Libres:
autónomas en su funcionamiento interno, pero dependen de Roma para la política
exterior.
b. Federadas:
tienen un tratado con Roma, prestan ayuda militar, no pagan tributos.
c. Estipendiarias:
pagan tributos a Roma.
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