Lee atentamente los siguientes fragmentos y determina la modalidad textual empleada , no olvides justificar tu respuesta así como señalar sus rasgos más relevantes.
"Estas últimas palabras las oí en la calle, y salí sin despedirme, resuelto a poner fin a mis días. Me pegaré un tiro, pensaba, me ahorcaré, tomaré un veneno, me arrojaré desde un campanario a la calle, me echaré al río con una piedra al cuello, o me dejaré morir de hambre, porque no hay fuerzas humanas para resistir tanto. Pero eso de morir tan joven... Y, además, nadie sabía que yo era el autor de los versos".
Mis primeros versos, Rubén Darío
La moto era inmensa, pero si se la
comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más
alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que
era demasiado grande para que lo
aceptaran y, además, tan desaliñado…Cabello negro, largo y revuelto, y una
barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las
tapas del cubo de la basura y sus pies,
calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín.
Harry Potter y la piedra filosofal, J.K. Rowling
La directora del instituto era una mujer rígida,
severa, recia y cuadrada. Y al mismo tiempo era un trozo de pan, de ahí lo de
Buena. Mantenía una cierta belleza juvenil, de ahí lo de Bonita. Y vestía con
un pésimo gusto, de ahí lo de Barata.
El asesinato de la profesora de Lengua,
Jordi Sierra
–¿Entonces no podrán atenderme? –más agitación.
–No, no, tranquila. Puedo estar ahí en... ¿media hora?
–Media hora –repitió mi interlocutora.
–De acuerdo. ¿Su nombre? –Vanessa Fonoll.
–Llegaré lo antes posible.
–Gracias. Iré a tomar un café y la veré en la agencia.
El caso del chantajista pelirrojo, Jordi Sierra
Mi madre siempre pareció mayor. Aquel año, el sesenta y nueve, mi madre tenía sólo treinta y ocho años, pero nadie le habría echado menos de cincuenta. Tenía el pelo gris y la piel de las manos como agrietada. Tenía también reúma en las rodillas, que se le hinchaban y se le ponían duras como melocotones tempranos. Pero mi madre no lo llamaba reúma. Ella decía que tenía las piernas tontas.
María bonita, Ignacio Martínez de Pisón
Pocos días después se enteró de repente, por una conversación telefónica de su madre con la señora Taylor, de que Aurelio Roncali había traspasado su tienda de libros, se había ido a Italia y ya no vivía con la abuela. La señora Allen hablaba con voz doliente y confidencial. De pronto vio a su hija, que llevaba un rato largo parada en la puerta de la cocina, y se indignó.
Caperucita en Manhatan, Carmen Martín Gaite
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